jueves, 7 de agosto de 2014

prohibirío (13 de 30)



cutucar, atingir: objetivos del arte según antonio carlos. 

en rio parece tarea difícil, esa de tocar fibras sensibles y magnéticas a través de la aparición espontánea en la calle. es una ciudad, de las enormes. es avasallante. y yo me he convertido rápidamente en una pueblerina.

a veces pienso en ponerle más teatralidad a mi número callejero. maquillaje, vestuario: habitar un personaje diferente. siempre termino decidiendo que sólo la voz, en su estado más puro y auténtico, y mi ukelele, son mis mejores atuendos. sin embargo, rio, aunque sólo sea de paso, me pide algo más: me pide demasiado esfuerzo. 

esfuerzo. 
te fuerzo.
fuerzo mi fiereza.

en el barrio de santa teresa hay una tristeza:
el tranvía histórico tuvo un accidente trágico hace dos años. entre las víctimas fatales se encuentra el mismo tranvía (o bonde, pronunciado bonchi, o bondi, con la d chasqueada). "disculpa, qué es ese dibujo?" le pregunto al hombre que viene caminando y que viste una camiseta con la misma imagen que el grafiti que estoy viendo hace una hora: un tranvía de frente, con una lágrima llorando. "para qué contarte. es una historia tan larga que mejor ni empiezo. van a sacar el tranvía histórico. pero ese accidente fue provocado. provocado por la maldita corrupción que acontece en toda latinoamérica". está triste y enojado. llora con el tranvía. él lo tomaba desde pequeño. 

el día termina con caja negativa, e intentos desesperados de equilibrar las columnas. bajo al subte. hago 2 R$. me corren a los 5 minutos. las cámaras, el panóptico: big brother.

joão después me muestra la ley 5429 del año 2012: la música en los espacios públicos en río está permitida sin necesidad de autorización previa. por eso, es bueno recordar que en la babilonia los códigos de pueblo no corren: no es necesario pedirle permiso a nadie. en el restaurante (de donde también me corren) un hombre con carro cartonero entretiene a la audiencia que él elige con su home-mobile-theatre: un plasma de media centena de pulgadas, una laptop, unos parlantes a todo volumen que reproducen la música del video, todo encastrado en su carrito recolector, propulsado a pierna de hombre. eso también es espectáculo.

el ferry, sin embargo, es un espacio privado. y cuando subo para volver a niteroi veo el cartel de prohibiciones. en segundo lugar, luchando por la cima, está la prohibición de cantar. comparte el puesto, separada por una coma, la prohibición de hacer manifestaciones religiosas. qué bajo has caído, río. has tenido que prohibir el canto. con razón los jóvenes no bailan en la fiesta funky de la plaza universitaria. prohibir el canto. a quién se le ocurre.

me voy a dormir confundida.


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