sábado, 30 de mayo de 2015

plegarias (6 de 38 velitas)

“No es que escribas siempre lo mismo, / escribes en el mismo lugar otra capa, / más honda, de ese lugar” .
Noni Benegas (Buenos Aires, 1947)

Cuando le hablamos a Dios –se llegó a escribir–, se llama plegaria, cuando Dios nos habla, se llama esquizofrenia.

Schreber teólogo
La injerencia divina II
Autor: ALLOUCH, Jean

(Citas encontradas al azar en el muro de alguien que solicitó mi amistad sin saber yo de quién se trata).

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Siete mujeres reunidas en círculo. Es primavera y la luna está creciente. Cada una ha arrimado un objeto al altar que en ese mismo acto han improvisado. Una pluma, una piedra, una hoja, un escrito, una flor, una vela, un rosario. La ceremonia comienza: se escucha el primer rezo. Quien reza sostiene entre sus manos una pequeña vasija con flores y una vela flotando en el agua.

Como las semillas, 

necesitamos la oscuridad para crecer.
En el silencioso y oculto latir
de nuestro Útero, Mujeres,
toda nuestra historia personal
y la de todas nuestras ancestras
y de todas nuestras hermanas
se nutren, se curan, se aman.
Se unen, intercambian información
los vientres de cada una
en el Gran Vientre de la Creación
buscando su propia Identidad
que se pierde sin la Totalidad.
Construimos en conjunto 
una nueva historia
nuevos orígenes
nuevos códigos de convivencia con el Hombre.
Exponemos y resolvemos los antiguos conflictos
que nos confrontan con nuestros miedos,
con nuestra propia especie.
En esta oscuridad de la negación,
seguida de la cáscara resquebrajada,
las raíces asoman:
la mariposa antes de serlo.
Ser oscuras para ser claras.
Para regenerar.

Gran recogimiento en el círculo. Todas respiran la transformación. 
Y el segundo rezo:

Una habitación llena de oscuridad y pena.

Una vela enciende su llama
y al instante ve a otras velas-hermanas
desperdigadas
tímidas
en un silencio de profundo dolor.
¿Es mi luz suficiente para extinguir toda esta culpa?
se pregunta la vela encendida,
y en ese instante
el chirrido de una puerta que se abre
exponiendo un corredor como un fanal
goteando esencias del submundo.

Fuego que vagando transformas,

dice la vela,
estoy honrada de ser tu anfitriona.
Mi modestia, sin embargo, se pregunta:
¿Por qué yo?
¿Soy para alguien la luz al final del túnel?
¿Soy acaso el faro para un alma en naufragio?
Mi pabilo es grueso
mas eventualmente  
me apagaré.

Mientras así habla la vela,

una brisa desde el corredor
responde con un canto sutil
ayudando a las otras hermanas velas
a encenderse en eterno y compartido resplandor.
La habitación ahora brilla
y la vergüenza es sólo una sombra
que recuerda a cada alma
que siempre hay una manera de sobreponerse a la oscuridad.

(...)


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38 velitas es un regalo de cumpleaños. Escribo lo que me den ganas, 38 entradas en las que tal vez haya un hilo conductor oculto que yo misma desconozco. 

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