sábado, 23 de mayo de 2015

ficción de resfrío (5 de 38 velitas)

Ojalá fuera otoño hasta el otoño que viene. (Caro Chinaski).

Siempre diré cosas lindas del otoño, por más resfríos que me traiga. (Juli Cal).

El descubrimiento de las mitocondrias fue un hecho colectivo. El gran número de términos que se refieren a este orgánulo es prueba de ello: Blefaroplasto, condrioconto, condriómitos, condrioplastos, condriosomas, condriosferas, fila, gránulos fucsinofílicos, Korner, Fadenkörper, mitogel, cuerpos parabasales, vermículas, sarcosomas, cuerpos intersticiales, plasmosomas, plastocondrios, bioblastos. Cowdry intentó en 1918, en un trabajo luego citado por Lehninger, sistematizar y unificar todos los términos. (Wikipedia)

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Una niña ingresa a la sala de espera. Su mano va pegada a la de su madre, que vino a visitar a alguien. La niña parecía nunca haber estado ahí. Sus ojos desorbitaban encuentros insólitos con situaciones que nunca había habitado: el señor gordo que cuestiona al policía en su condición de escolta; la señora de blanco que responde con parsimonia al llamado del mostrador y atraviesa el pasillo con porte importante llevando un sobre blanco al buzón de Emergencias; el muchachito que sale de Emergencias con el brazo doblado adentro de su remera y su padre coqueteando con la enfermera.

Celia, que ya leyó en todas las direcciones posibles todos los carteles que cuelgan en las paredes blanquísimas de la sala, observa a la niña y reconoce ese temblor de ver o sentir algo por primera vez. Como cuando vio por primera vez la foto de una mitocondria. Eso la lleva a preguntarse: cómo se verá ahora, en este estado gripal y asmático, mi pequeña y conspicua amiga navegando por mares eucariotas de citoplasma resfriado? Y recuerda con entusiasmo el encuentro con el científico aquel. A Celia le gustan las esperas. Las disfruta creando diferentes realidades imaginarias que podrían acontecer cuando la espera finalice. Prefiere esperar a concretar, porque la espera es muchísimo más rica en posibilidades.

A Mimi no le gusta trabajar en un hospital, y cuando se enferma falta hasta estar bien recuperada. Se alegra de la visita de Ariadna, pero desaprueba la presencia de su pequeña Mina: un hospital no es lugar para los niños, menos aún si están sanos. Además, a Mina le falta algo en ese lugar. Un caño del cual colgarse cabeza abajo, como en el patio del colegio. Dejar que la sangre hinche los ojos y enrojezca las sienes. Encontrar desde un ángulo dado vuelta los mensajes ocultos en ese lugar, como en los discos y casetes escuchados en reversa.

Cuando finalmente la atiende un médico que en nada se parece al científico (una de sus fantasías era que el científico fuera también médico, y que el reencuentro se produciría en la guardia del hospital menos esperado, donde él tomaría en la dudosa intimidad del recinto fotos obscenas de sus sarcosomas excitados) y que le da los remedios que nunca va a tomar, Celia toma nota mental de sus propias medicinas: para terminar de curar este estado subliminal de conciencia deberá clavarse alguna serie de seis temporadas completas que no haya visto aún (como Weeds) tomar un curso de repostería orgánica y algunas sesiones de vuelo astral. Con ese tratamiento estaría lista para enfrentar la verdad del encuentro.

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38 velitas es un regalo de cumpleaños. Escribo lo que me den ganas, 38 entradas en las que tal vez haya un hilo conductor oculto que yo misma desconozco. 

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