domingo, 2 de noviembre de 2014

opuestos, parte 1 (29 de 30)

1. De Faldas y Periferias

New Orleans. Una ciudad hecha de periferias. Una capital devenida periferia.  

Llegué en bus desde Florida, sin más referencia que la que me había dejado el único contacto de CS que había respondido mi pedido de couch: yo no te puedo alojar ahora, me dijo, pero te sugiero que cuando llegues a la ciudad vayas al café Flora, en el Bywater. Es el lugar donde se reúne toda la gente alternativa de la ciudad. Si caés ahí, seguro te vas a ir con algún buen dato. Busqué en el mapa. Para llegar hasta ahí desde la estación, tenía que atravesar un buen trecho de la ciudad, que tiene forma de L: tenía que ir de una pata a la otra de esa L. Entonces supe lo largas que eran las distancias en Nueva Orleans. 

Llegué al café Flora a las 10 de la mañana, tranvía y bus de por medio, con mi mochilota en la espalda, mi mochilita en la panza, y mi ukelele en la mano. No me voy a detener en la chica-chico que me atendió - Flora her/himself - ni en la variedad de cafés y muffins que vendían. Tampoco en la cantidad de jóvenes tatuadísimos y alternativísimos conversando acaloradamente acerca de proyectos para cambiar al mundo al ritmo acelerado del café que tomaban. Ni siquiera me voy a detener en el piano abierto que se encontraba en el centro de la sala, sonriente y esperando que alguien le cepillara los dientes. Me detengo sí en la falda que lleva esa chica. Yo tengo una con el mismo corte. Adoro esa falda. Mañana me la voy a poner. 

Finalmente de Flora me fui con el dato de un hostel, India House, 20 dólares la noche. No era mi idea, pero todavía tenía plata. India House quedaba en el ángulo de la L, en Midcity. Volví a tomar bus y tranvía, y me instalé en una habitación compartida. Mirando una cartelera del hostel, encontré información de una cooperativa de bicicletas. Genial, me dije. Ese es mi próximo destino en esta nueva ciudad. Ahí voy a poder conseguir una bici para moverme en la ciudad, haciendo algún canje. Miré el mapa. Parecía cerca de Flora. Me acordé de la falda, y me la puse.

Allá fui, a un barrio en desarrollo cerca del 9th Ward. El bus me dejó en la misma avenida que para ir a Flora, pero tenía que caminar para el otro lado. El paisaje de casas coloridas del Bywater y el Marigny quedaba atrás, y al frente se veían casas de ladrillos, de cemento, vías de tren y un puente larguísimo para cruzar a pie. Zona desconocida. Población negra, marginal, pobre. Y yo con esta falda, tan corta. Quién me manda a mí, tan rubia, ponerme una falda tan corta. Menos mal que traje unas calzas en la mochila.

Después de unas vueltas, y de entender que no me iba a pasar nada, pedí indicaciones para llegar a Rubarb, que las personas del barrio conocían bien. Un taller-de-bicis-centro-social manejado por jóvenes que donan su tiempo para enseñar a los niños del barrio a arreglar y armar sus propias bicicletas. Fue muy simple conseguir lo que había ido a buscar: me prestaron una bici armada con partes de varias, y a cambio fui varias tardes a participar de las actividades del taller. Los chicos de la cuadra venían a tomar la merienda, a jugar, algunos se enganchaban más con las bicis, otros menos. Yo jugaba con ellos, claro. Recuerdo una nena, 9 años, Shewana, que bailaba flamenco. El fuego que tenía esa nena iba a ser difícil de apagar. Iba a ser más bien un incendio forestal de esos que dejan todo a cero. Se paraba en la mesa de madera y empezaba a zapatear, aplaudir y cantar, como demostrando que no se trata de la raza, se trata de la raíz. Roots. Nunca la hubiera conocido si hubiera ido a la otra cooperativa de bicis, la que descubrí más tarde, que queda en el centro, donde te cobran por usar el taller y donde la gente del café Flora va a arreglar su móvil. Eso sí, cuando salí de Rubarb ese día en mi nueva bici, tenía las calzas puestas. 

2. De Naturalezas Domesticadas

Cataratas de Iguazú. ¿Existe acaso una expresión más potente en la naturaleza que megalitros de agua cayendo por precipicios abismales? ¿Puede competir una playa de alguna isla del Pacífico con el concepto ideal de "paraíso"? Pienso que no, mientras me detengo en el detalle de esa mini cascada cayendo entre el barullo del Salto San Martín y el otro Salto enorme cuyo nombre ya olvidé; esa mini cascada impregnada de helechos, musgo, mariposas y vencejos. Siento estar en un lugar donde la abundancia de agua que fluye permite lavar cualquier tipo de culpa, incertidumbre, trauma, herida del pasado o del futuro.

Stop. Interferencia. "Salto San Martín". Interferencia. Pasarela llena de turistas con cámaras. Interferencia. Bolsa de papas fritas olvidada en el suelo. Estas cataratas existen hace millones de años. Sólo hace unos ¿cien? ¿doscientos? Un hombre occidental las "descubrió" y un día otro hombre las dio a conocer. Agradezco, por un lado, que alguien una vez haya decidido compartir el descubrimiento con toda la humanidad. Agradezco las pasarelas-puentes - grandes obras de ingeniería - que me permiten llegar a la boca misma de la Garganta del Diablo y llorar inexplicable e irremediablemente, las lágrimas expuestas al torrente, mi alegría transformada en emoción de agua, agua, agua. Todos los males del mundo se aplastan y desaparecen y se ahogan y se transforman en lecho, cauce, amor. 

Elegí un lugar especial para hacer este ejercicio, lo sé. Para llegar al espectáculo natural he tenido que pagar un ingreso, recorrer caminos de cemento desde la entrada hasta la estación de tren, tomar el tren que me ha llevado hasta un puesto de comidas, agradecer que he traído comida y bebida porque los precios... caminar por más caminos de cemento, leer carteles indicativos, evadir la prohibición de fumar (tranquilos que fumo armados sin filtro y me guardo las puntas!), y sentirme un bicho raro por sentarme en las rocas que están fuera del camino en el tramo del circuito inferior que lleva al embarque de las lanchas que te llevan hasta la isla que está enfrente. 

El ser humano se hace presente en proporción a la fuerza del espectáculo.

Continuará ... En la próxima entrega: "De Emociones Públicas"


(Juli: buenísimo lo que nos contás, agarrás las consignas para cualquier lado, pero lo estás intentando y eso cuenta. Dejate llevar un poco más hacia el costado desconocido de tu escritura. Ese que no narra tan linealmente, sino el que agarra la tangente, el sentido menos evidente)

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El "desafío creativo" es una adaptación de la Dinámica Creativa propuesta por MV acá. Llegué a alguien que estaba haciéndolo. Yo necesitaba una inspiración para tener constancia en la publicación de entradas, como un modo de adquirir una disciplina, una rutina, un entrenamiento de escritura. Eso, por decantación, me fue guiando hacia la búsqueda de una expresión literaria más profunda. Todo esto tiene su raíz en la voluntad de abrir cada vez más el camino hacia mi alma, hacia el lugar donde se lee en el revés de la trama. 
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